“¿Me preguntaron
cómo vivía?
me preguntaron…
sobreviviendo dije,
sobreviviendo…”
Víctor Heredia
He llegado a conocer la nieve blanca
y también crueles fusiles,
que me robaron la infancia;
he podido ver el sol,
entre cientos de cometas,
he disfrutado la luna,
rodeada de mil estrellas
y he llorado junto al mar…
cuando furiosas mareas,
arrojaban en la arena,
miles de cuerpos inertes,
ahogados…
por la maldita violencia.
He podido deslizarme, por las viejas callejuelas,
con patinete casero, hecho de amor y madera;
y en la escuela…
los maestros con su ciencia,
se ocuparon de explicarme, que era el honor y su esencia,
pero nadie me enseñó…
a sobrevivir la ausencia.
Fueron tantos los caminos
en los que he intentado andar,
sin dolor,
sin prisas, sin testigos,
sin letras que sean ofensas,
solo manos que aún intentan,
abrazarnos al amor,
la libertad y el valor,
de honrar la vida…
que es mi única razón.
Quise escribir tantos nombres con mi sangre,
sin inundar mi corazón de sombras,
de muerte, de cenizas,
de rabia, de silencio,
de lágrimas efímeras y tontas.
La vida se ocupó de perseguirme… siempre,
bajo un mundo violento, abrumador
y entre libros escritos por mis poetas locos,
sobrevive un corazón;
tallado en el alma, como un árbol,
bajo efímeras banderas, bajo mortajas,
bajo vinos y versos interminables,
oculto entre pálidos fantasmas que me habitan
y sus múltiples dientes subversivos.
Y en el polen, que se mezcla en el cemento y en el aire que respiro,
aún existe un sitio para compartir la fila, una respiración…
para no defraudar el amor, que aún me aguarda lastimado,
serán mis piernas, la voz y hasta el canto arrugado,
donde vaya la vida… junto a un plato de comida;
y éstas son mis urgencias… sentado al lado de la vida,
sobreviviendo…