Cuando se agrieta el edificio
en sus cimientos
tiemblan mis pies sobre el alero,
entre jirones de niebla
bailan desnudos en el aire
en una danza ambigua y clandestina
de lento movimiento.
Un ruido de lluvia
en los cristales de diciembre
aplaca los rumores del seísmo,
diluye los miedos a caer.
Equilibrios de tardes y de días
apuntalando noches
con fuegos de artificio,
rosas de vientos y juegos malabares.
No.
No será esta vez
que se deshaga mi urdimbre…
…que se descuelgue
y caiga
sobre la piel dormida del invierno.
El mismo título del poema, es ya una bellísima metáfora que envuelve versos ensoñadores. Un gusto leerte, querida escritora. Mi abrazo en la distancia.
“Un ruido de lluvia
en los cristales de diciembre
aplaca los rumores del seísmo,
diluye los miedos a caer.”
Preciosos versos de soledad y envejecimiento en la piel de las fachadas de ese barrio tan coqueto y tan misterioso, llenos de vida y de sentimientos, bella similitud humana, amiga!!!