Efectos secundarios por inhalación de vapores de cloro:
irritación de la garganta,
dar gracias porque hay agua para meter la cabeza bajo la llave
latido intenso del corazón, bien por temor, bien porque se piensa:
¿será la última vez que la vea?
calma trémula para pensar: aún estoy vivo, aún respiro;
ataque de tos seca, de origen preciso y sin cadena de contagios
—tan importante en estos tiempos—
otra vez la taquicardia, otra vez pensar
¿cómo le aviso?
y el dolor en los pulmones —como el primer poema
de un libro que agoniza en librería—.
La decisión.
Llegar al cuerpo de guardia como si en ello
realmente me fuera la vida. Idea que pronto
comprendo no comparten los médicos que me miran
como objeto museable, como admirando
el pulóver que llevo puesto.
Hazte esta radiografía y ponte estas inyecciones.
Y ve con calma, dice. Su diagnóstico.
La sobre exposición a los rayos X y luego
una inyección en vena
a manos de una enfermera a la que hubiera entregado
mi vida.
La calma. Esta vez definitiva. La tos que ya no vuelve.
La garganta que otra vez respira
lo suficiente para quejarse de los planes rotos:
la verdadera y más terrible consecuencia
de inhalar gases tóxicos.