Cuando más herida estaba
te cruzaste en mi camino.
Yo era ave de paso
y tú un hombre de esos
a los que la vida entrena
a base de mil y un fracasos.
Competimos como fieras
para ganar la batalla
de ver quién de nosotros
portaba mejor su coraza.
Poco a poco dejaste que brotaran
hilos de amor por tus grietas
y yo, que nunca me conformo,
a base de pico y pala,
logré ensancharlas
para que me inundaran.
Te conseguiré la luna,
dijiste.
Y yo, encantada.
Nadie por mi hizo eso.
Y tú, valiente, la alcanzaste,
la bajaste y la instalaste
en ese cuartucho oscuro
que sería nuestra casa.
Antes de darnos ni cuenta
nos amamos bajo esa luna.
Dos extraños ofreciéndose
a compartir fortuna.
Nadie apostó por nosotros,
ni falta que nos hacía.
Lo anterior fue agua pasada.
Versos intensos, con mucha fuerza y sobre toda mucha valentía, y es que el amor es precisamente en esos momentos difíciles donde se debe demostrar!! Bravo, poeta
Ay, qué susto. Me había quedado con la primera frase . Jajaja, no, en serio, muchísimas gracias por apreciar así esta sencilla historia.
Todo mi cariño, Pedro .