( A esos pequeños grandes niños y a su maestra de infantil, de un colegio en Entrevías. )
Veintiséis sillas
y en cada respaldo un nombre,
veintiséis razones
para izar cada mañana
esa persiana,
y de vida
aquel espacio se inunde.
Lenguas de trapo
se atropellan en su afán
por mostrar tanta inocencia,
censurada por quienes
no llegan a la altura
de tan escasos años.
Y mientras tanto,
corriges tu grandeza
para acoger abrazos,
para captar miradas,
para guiar
hoy torpes pasos.
Voces sin filtro,
que en esas lenguas de trapo
describen la mochila
que cargan,
desde esas sillas
donde en cada respaldo
prende su infancia.
Hoy,
cuatro sillas ausentes,
mañana cuatro excusas,
en lazos de disculpas
que no entienden.
Alas que golpean al viento
y no vuelan,
en un ascenso imposible
de alas rotas sin vuelo,
y sin embargo lo intentan
una vez y otra,
hasta tomar impulso
desde sus sillas cojas,
y en cada respaldo
¡orgullo!
Tu bello poema, tiene una hermosa dosis de melancolía, que me trae recuerdos. Un gusto leerte, poeta.
“Alas que golpean al viento
y no vuelan,
en un ascenso imposible
de alas rotas sin vuelo,
y sin embargo lo intentan
una vez y otra,
hasta tomar impulso
desde sus sillas cojas,
y en cada respaldo
¡orgullo!”
Dejando aparte el ajetreo, travesuras y demás de los niños, no hay nada que cause más ternura que ellos y que inspire más amor.
Tu poema refleja esos sentimientos.
Y es un bello homenaje a quienes empiezan, además de los padres, a guiarles por el camino de la vida: los maestros de infantil.
Me encanta, Jose
Por haberlo vivido desde dentro sé que este poema le gustará a @mariaprieto.
Ahí lo dejo
Muchísimas gracias Wallace.
Quise rendirle un pequeño homenaje a mi mujer, maestra de infantil desde hace 25 años, una maestra que ama su profesión, ama a sus niños, y se deja el alma todos los días en el cuidado, enseñanza y aprendizaje de esos niños.
En un barrio como el de Entrevias, donde al asentismo escolar brilla con luz propia, es complicado trabajar en la docencia, pero como ella me dice muchas veces, la satisfacción que da la sóla presencia de un niño en el aula, junto con los abrazos que recibe de ellos cada día, supera a la decepción de las ausencias.
Muchas gracias por tu apreciación, me alegra que te haya gustado.
Un fuerte abrazo.
Mil gracias Minada por recibir mi poema con esa admiración.
Es muy bonito que la poesía llegue a los corazones.
Un abrazo cariñoso y deseo que comiences una buena semana.
Pues me has emocionado hasta la lágrima…
Me vi ahí, en ese aula de tantos años en un pueblecito andaluz…
Hermoso poema el que dedicas a tu mujer y su entrega en esa preciosa y difícil labor, luchando contra viento y marea por el bien de los pequeños alumnos de ese entorno de barrio tan complicado.
No creo que haya una profesión tan gratificante como esta! Si volviera atrás, lo haría otra vez…
Yo también estuve en Infantil, pero la mayor parte de mi experiencia la llevé a cabo en el primer ciclo de Primaria, enseñando a leer y escribir.
Preciosos versos, José Antonio!
A @wallacegere le doy las gracias por avisarme…
Pues me has emocionado María. En el mundo de la docencia se nota muchísimo a los maestros y maestras de vocación. Y por como lo cuentas, sin duda, tu eres una de ellas.
Pero desafortunadamente no todos son así, y se nota mucho cuando eso ocurre.
He de decirte María, que tienes una de las profesiones más bonitas del mundo, y aunque ya no trabajes, tu profesión de maestra perdurará por siempre en ti.
Me hace muy feliz recibir este comentario tuyo.
Un fuerte abrazo María, que pases una buena semana.
Emociona el poema. Emocionan los comentarios. (Me quedé sin palabras por la emoción). Es que la poesía vivencial es tan auténtica que siempre te va tomar desprevenido, importa poco si el objetivo fue agrandado con el zoom, siempre hará sonar el corazón tucún—tucún. —Aplausos.
Para comentarios los tuyos Domingo, de los cuales siempre aprendo. Siempre disfruto con la reflexión que me origina al leerlos.
Un fuerte abrazo amigo poeta.