Si me callo mañana y me postro de rodillas
ante los que manejan las llaves de gobierno,
¿Acaso vendrá la democracia de su encierro
para esparcir libertad y justicia sobre la gente?
Si no salgo de mi casa y guardo mis palabras
en los estrechos gabinetes de la discreción,
donde se hacinan el fracaso y la traición,
¿Acaso podrá ir de compras la democracia y
llevar satisfacción a los que sufren necesidad?
Si decido no escribir más sobre la miseria,
si mis palabras dejan de referirse al abusador,
si borro de mis líneas lo que agobia al corrupto,
si dejo de visibilizar el negocio del explotador,
¿Acaso la democracia le abrirá las puertas
al que quiere cruzar la ciudad de par en par?
Si adorno mis letras con banales destellos
y me dedico a buscar premios literarios,
títulos firmados por señores importantes,
la cándida aceptación de toda la gente,
el favor de las editoriales y las revistas,
la amistad de reyes, presidentes y pudientes.
Si, en suma,
pongo a dormir los sueños de mis versos
y reúno las palabras con desaprensión.
¿Acaso habrá una democracia o
algo que se le parezca que me importe?
si, al fin y al cabo,
ya vendí mi alma a los dueños del infierno.