“En el mismo comienzo del Génesis está que Dios creó al hombre para confiarle el dominio sobre los pájaros, los peces y los animales. Claro que el Génesis fue escrito por un hombre y no por un caballo”
(Milán Kundera)
Las mariposas revoloteaban irisadas en torno a aquellos tubos dinámicos de claridad que el follaje dejaba pasar. Parecía que la luz se estuviera desescamando. Hojuelas de luz aleteaban en destellos multicolores.Mil especies vibraban en el aire en frenesí de perpetuación.
Entre acrobacias, colores brillantes y llamativos, orientándose por el sol y el magnetismo terrestre, liberando rastreadores de feromonas como mapas en el aire, cada quien buscaba a su cada cual con ansias de cortejo. Enigma y maravilla de la búsqueda y encuentro por medios “no racionales” de aquellos lepidópteros hasta encontrar sus santuarios.
Al fin, aquel espécimen rayado en amarillo encontró a su pareja libando en una flor de su mismo color. Iniciaron sus giros, espirales rítmicos, tentativos besos ondulantes, escarceos de caricias, coqueteos del deseo, muestra de habilidades en el aire y para atacar pétalos y polen enmielado.
Inició la persecución amorosa. La hembra persuadía agitando sus alitas, latiendo como corazón sobre los pistilos. El macho vibraba en picada como rehilete.
Se aparearon. Hicieron planes sobre acabar sus días en colonias floridas, valles de brisas suaves, hogares prístinos en corolas dulces decoradas con rocío, tener crisálidas reventando a los primeros rayos del sol.
Todo habría sido perfecto, a no ser que aquella tarde que salieron llenos de regocijo enamorado a un claro del bosque, a espejear sus colores en la oblicuidad de las últimas luces del día, y en una de esas piruetas donde el macho tomó altura para caer en vertical sobre su amada, su truco favorito, apenas pudieron darse cuenta del rugir de potente motor de un auto que veloz cruzaba la carretera.
La hembra se convirtió en una mancha amarilla sobre él parabrisas. El macho no alcanzó a ser golpeado de lleno pero el vórtice de las corrientes de aire producto de la velocidad de la máquina le despegó un ala y fracturó todo el cuerpo. Ella desapareció y él quedó dando saltos asíncronos sobre la cinta asfáltica en las últimas contorsiones de la vida.
Todo habría sido tan perfecto. Tenían hermosos planes para el futuro.