Te vi sentado en la banca del parque
en esa noche tan fría,
cubierto con tu tibia caricia
y contando a la intemperie las estrellas.
A veces, me parece que estás solo
y todo huye de ti como la aurora.
No logras encontrar la bitácora perdida,
donde guardas los versos y las rosas dormidas.
Sigues acumulando ocasos irreparables,
en medio de cenizas y fotos desteñidas.
Pueda ser que retornes de los valles marchitos
y me encuentres acunando un sueño para regalártelo.
Abriré la ventana para ver si regresas
atendiendo el ruego mío y la angustia de las rosas.