En aquel silencio de las alas
descendió por fin el ángel,
ese que finaliza los tiempos.
Espacio de enmudecidas palabras
entre dormidas consciencias,
que solo añoraban ausencias,
desnudando los ojos en seco.
Fantasmas con amores en almíbar
resquemores de dolores muertos
que al aire del destino tiritaban.
Se apagó la luz que ya nadie veía
y el reloj no quiso marchar en seco
pero la luna aun inquieta miraba.
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