Ni siquiera la V de Mahler
consigue mitigar esta resaca
de flores holladas.
Malditos espejos
exiguamente reverberan el ocaso
de atardeceres intransigentes.
Tan solo un efluvio
deambula por los pasillos
en busca de una salida
que le aproxime a la aurora.
Ni siquiera Garcilaso
apacigua la inquietud
de este transito disparatado,
resaca tras resaca