El estruendo de la miseria
que me circunda, sin la música,
sin la efigie de un Salvador
que me liberé de la angustia
de estar vivo sin un propósito,
sin el deber de la renuncia
al viejo sueño prometido
de la infancia eterna y sin súplica.
Este aquelarre donde yace
la púrpura, amarga, que ensucia
a un corazón decepcionado,
la inútil dicha y su liturgia.
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Muy bueno, felicides.
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Muchas gracias por tus amables palabras. Un saludo.
Muy profundo y bello. Encantada de leerte. Saludos cordiales.
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Gracias por tus palabras y por leerme. Un saludo.
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Versos que duelen como la propia renuncia de aquello que se ama, poeta!!!
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Muchas gracias por tu comentario. Así es la vida en algunas ocasiones. Un saludo.
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