Tengo la boca zurda, el alma diestra y no caigo en la cuenta de tantas palabras en efectivo y tantos hechos a plazos.
Me encanta sacarme de mis casillas y meterme en otras que desconocía.
No paro de hablar.
Vivo en la procesión de la lengua larga y en la penitencia de mis lunares.
Los “peros” corren tras de mí cuando les dejo migas en el camino.
No paro de hablar.
Nadie me quita las bragas mejor que yo. Hasta ellas llevan acento.
A estas alturas no me deslumbran las luces de neón ni sufro la resaca del blanco y negro.
Y no paro de hablar.
Nea Thea.