Casi todas las noches, reinvento mis entornos.
Camino por el parque cercano, entre senderos iluminados;
reconstruyo las calles mentalmente
para que el viento arrastre las hojas secas
y se cuele por entre las rendijas de las puertas vecinas.
Si mañana en la noche, quisieras caminar conmigo,
te enseñaría a mirar los eucaliptos que se levantan imponentes,
los destellos de la luna pegando en los cristales,
el aletear de los búhos que se refugian en los techos
y el crujir sonoro de las pequeñas frutas, cayendo en los jardines.
Te contaría la sutil historia de algún viejo amor, al que dejé afuera;
caminaríamos por las grandes avenidas, mirando las vitrinas
e imaginando que tú eres el maniquí que modela las bufandas.
Me encantaría ver tu sonrisa cuando me cuentes tus historias
mientras, nuestros pasos nos conducen a aquel bar. - ¿Lo recuerdas?
Ese pequeño sitio que nos acogía los fines de semana
y en el que soñábamos palabras, que convertías en versos.
Esta noche, parece que donde está ubicado el corazón,
hay un espacio vacío que aguarda a ese amante lisonjero de antes,
para reconstruir una escena dramática que no llevaría a ninguna parte.
Me gustan los recuerdos en la nada, los que no duelen, pero reconfortan;
los que construyo con metáforas que pudiesen parecer exageradas.
Aquellos recuerdos con los que planeo los silencios largos,
alejando los miedos, de azules mariposas atrapadas.
LUCÍA
Der. Reservados