En el roncar, bajo la higuera,
soñé que andaba
por cumplir una carrera;
mas distancia no agotaba:
alzar bandera,
la victoria me negaba.
Cuanto más cerca me sentía,
cubrir mitad,
me atoraba en plena vía.
Cual Jacob a tierna edad,
casar con Lía
fue exigencia de humildad.
Así, rodilla puse en tierra:
«El rey Aquiles
con tortuga pierde guerra:
semidiós, de fuerzas miles,
¡la meta yerra!,
cuanto más mis pasos viles».
Pero la voz de un intelecto
asalta oreja;
no recuerdo ya su aspecto
pero sí su moraleja:
cantar selecto,
matemática bosqueja:
«Hundido estás en dualidad…
así secante,
par de puntos su bondad.
¿Qué no ves que todo amante,
pos de unidad,
muere y nace en el instante?
¿Sin dar el ósculo en el arco,
podrán las rectas
ordenarse en justo marco?
¿Qué no sabes que las sectas,
sin Dios ni barco,
se ahogaran por incorrectas?
Sólo hay un punto en la tangencia:
imagen justa
de divina trascendencia…
La fusión seguro asusta;
mas es clemencia,
el nacer en paz Augusta».