Rastros

El horizonte brilla
en una gran tormenta
que nadie quiere ver,
en este eco de sombras
que se han precipitado
sobre nuestras cabezas
que miran la pantalla,
obsesionadas,
ciegas de realidad y contexto…

Desde el sombrero al techo
pendiendo de un delirio ancestral
que se niega a caer,
descansa mi certeza.
En el desvelo cruel
de la pregunta sostenida
en la piel del momento
sobre que pasará
si todo se detiene
y en medio del insomnio
acechan los recuerdos
y eclosionan los rastros
que hasta aquí nos trajeron.

Más allá es el destierro
el que aguarda liviano
como un umbral presente
que florece desierto
de todos los instantes
que urgentes nos cuestionan.
Hemos desprotegido
nuestro canto enjaulado
y ahora que nadie escucha:
¿quién sabe si existimos,
o si acaso pasamos
persiguiendo un sentido
que nunca alcanzaremos,
o si tal vez seremos
algo más que tiempo perimido,
o apenas un aliento
a punto de agotarse?

El sol se enciende lento
en esta tarde ausente
en donde nos quedamos
tiesos, sin encontrar respuesta.
Y apenas de levanta,
rojizo, agonizante,
entre las nubes negras
del mapa del destino
que todo se lo tragan…

Pero nadie cuestiona
sus pasos detenidos
al borde del ocaso…
Las pantallas silencian.

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