Bucles y agujeros negros -
tengo una crisis cercana a las cinco y cuarto para mi disolución,
una disculpa rotunda,
una guerra fría y un francotirador,
el mismo sillón desgarrado y extrañándote,
una oración de paz,
la humedad de un refugio de preciados recuerdos,
cerriles girasoles despechados de recorridos crudos,
morteros en la luna roja parpadeando,
un ropaje de aversiones presintiendo la tempestad.
La nulidad me arrastra -
efímeros extraños en nuestro cuento,
y pregunto entre fuegos cruzados
al hito diminuto de una luz cualquiera en una puerta trasera,
por mi carga o embestida,
si es mi sangre en lo resbaloso de la nieve
un intérprete confiable de versiones con la diarrea de mis centros,
una mirada de reojo
un abrazo sin empeño,
una invasión de contorsionistas depresiones y terratenientes y sodomitas incertidumbres,
para intercambiar esa estentórea frigidez
de sin sentidos.
Y elegimos no pensar en los nombres de los personajes,
si la trama sugirió millonarios y mendigos,
un sutil villano y un hambriento mimo,
desmesurado grosor, semanas despejadas,
nunca pedí que hicieras eso por mí -
tampoco y nunca amé de otra forma
sin la suficiente exposición para cruzar un río,
sin el desgaste de un holocausto agridulce,
sin la extrañeza de tus heladas manos y dormir si acaso a salvo e invisible…
ya mañana habrás de rescatar un corazón deshidratado,
mis lágrimas en tierra de nadie,
salvar la raíz herida de una esperanza
o quizá una predecible compasión
cuando ya no estés aquí
y el lápiz de la vida se estrelle ante nada.
