Quizás esos años fueron prolíficos
en sonrisas, en mentiras, en jadeos,
quizás hubo amaneceres
que merecieron la pena,
quizás algunos besos,
quizás algún poema.
Quizás obtuvimos apabullantes victorias
y logramos desterrar a la desidia,
destrozamos los atisbos de tormenta.
Quizás sus bragas tendidas
fueron las únicas banderas izadas
en los castillos de naipes donde vivimos.
Quizás no hubo preocupaciones
que oscurecieran el horizonte
y solo nos preocupábamos
de devorarnos cada noche.
Quizás la siguiente parada
fue una esquina del desierto
que rodeaba el oasis de pasión
donde se regocijaban nuestros corazones.
Quizás Garcilaso, quizás Quevedo,
quizás Baudelaire, quizás Machado,
quizás Becquer, quizás Jorge Guillen,
quizás todos aquellos que nunca leímos
pero que amábamos en secreto.