Escribir un poema
es pintar un desnudo.
Yo quise darte un poema, de mis propias venas,
sin embargo,
en mis venas,
corre sal,
donde escaldan mis heridas.
Corales filosos, desangrándose poco a poco.
Yo quise darte un poema,
en el que la lluvia remojara tus mejillas,
que diera paz en todas las orillas,
de tu alma.
Y sin embargo
en mi alma,
las gotas lacrimosas pesan, tal si fuesen ciudades completas, escondidas en Roma.
Sí,
Sí quise darte un poema,
cuantas veces, imaginé este poema, abriendo telones, revelando tus dientes, en carcajadas la brisa.
Sin embargo,
en mi brisa, corren hojas sin nombre, declamando bajo carros y paredes: “Heme aquí, estoy perdida, y no hay cinta o cuerda que me lleve de nuevo a las anclas de este mundo”.
Sí te he escrito ese poema,
que nunca quise susurrarte para no ver en tus ojos inocentes, la tristeza,
que no cabe en tal dulce.
Tan dulces, tus nueces, observandome desde lejos,
y no comprendes,
las nubes y ciclones, en que habito, en que habitan mis poemas.