Nadie atará de sopetón mis sueños,
pues libres volarán de madrugada
por supuesto al calor de la almohada,
que siempre cuidará de sus empeños.
Nadie podrá imponerme locos dueños
que sólo querrán darme la patada,
mientras mi tripa triste y enfadada
temerá a los verdugos más pequeños.
Así la libertad a mi medida
la reduzco a la forma de mi cueva
donde nadie entrometa sus narices,
pues aunque me resulte algo aburrida
a Dios le pido que ni un juez se atreva
sin permiso a fisgar mis cicatrices.