¡Qué delicia!

Qué delicia abandonarse
-contigo-
en los brazos del mundo;
contemplar alegre el universo
girando a nuestro paso
mientras surgen sin remedio
los besos, de las bocas
y las palabras, del silencio.

Qué delicia abandonarse
-en ti-
y esperar el arder de otra mañana
como quien se sabe conquistado
y preso en la tierra prometida;
colgando un nuevo sol en la ventana
lanzando al aire lunas de esperanza
nacidas de este corazón en que me habitas.

Qué delicia el eco de tu voz
-libre al fin-
caminando por los huecos de mi alma.

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