[El interminable silencio ulula sobre mi pecho.
Las estalagmitas se alzan en el helecho de mi vientre.
Se ahogan las acacias de mis entrañas.
Tiritan los geranios de mis manos.
Llora el cielo legítimo de amapolas, que te he otorgado.
Pero te permito seguir esparciendo escarcha a cada sollozo de mis ojos. Te permito advertir al destino de tu huida.
Te permito deshacerte de la palabra ternura. Te permito despoblar mis campos de la naturaleza de su canto. Te permito aplacar su luz y consumir su llama.
Te permito esparcir mis cenizas donde gimen los cipreses,
donde su abundante follaje inmortal aún sigue creyendo en los dioses.