Proselitismo

Frente a un nicho de mantas y pancartas el político en celo brama, atragantado con su arenga, hace gárgaras con la misma frase, estribillo pivote que resana falta de coherencias e ideas, los microbios que fluyen del cerebro a la garganta los limpia con palabras que escupe a la muchedumbre mientras ésta se restriega con aplausos el baño virulento.

El orador toma aliento, como bestia al ataque se agazapa y tensa junto al templete, prepara la siguiente mortífera carga bucofaríngea, traga agua para diluir su potente mezcla explosiva, tose como un cerrojazo, amartilla nuevamente la lengua, toma puntería con el micrófono, abre las mandíbulas a doscientos milímetros y lanza su metralla a discreción bailoteando la cabeza ante las fuerzas retropropulsoras de sus proyectiles verbales.

¡Cómo quisiera que el tiro le saliera por la culata! ¡Que un disparo de silencio le trabara las palabras y lo reventara como un sapo!
¡Que después nadie diga que este mimo-ventrílocuo no fue portavoz de un programa de gobierno violento en esa prédica persuasiva!

El candidato en turno, nuestro Demóstenes aún con sanguijuelas pegadas a la lengua, es un arma de grueso calibre, dotado de los más ingeniosos avances tecnológicos en materia de destrucción masiva.

El Napalm quedó obsoleto mil genocidios atrás.

Terminado su Filípico discurso barato, la multitud se dispersa saboreando la laxitud de su orgasmo o el prurito de su inconclusión.

Atrás queda el aire herido y la plaza llena de vergüenza.

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Bravo, Duque! Alguien tenía que decirlo! Gracias! :heart: :heart: :heart:!!

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