Por un si acaso

Vaivenes de sube y baja cantaba el coche
por esos filos de la medianoche
bailando las costillas de la ciudad,
las ternuras y caricias eran agua de mar.

Después simplemente nos despedimos
con los cariños de vecinos
de un nunca te volveré a ver
aunque te eche de menos más de una vez.

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