Soy una casualidad en el tiempo,
eco mudo en la negrura espacial,
una pequeña y remota evidencia
de la secreta ley del universo.
Cuando miro las luces en el cielo
puedo ser capaz de reconocerme:
todo lo de fuera lo llevo dentro.
Como el humo de una hoguera que expira
o la huella de una gota en la arena,
como un leve suspiro entre los astros
que ocultan a los dioses y sus vidas.
Cuando escucho el rumor vivo del viento
barriendo la hojarasca lo comprendo:
nada dejaré salvo mi silencio.
Saberme fugaz no puede asustarme,
jamás me preocupe sentirme solo,
que extraviarme durante el recorrido
ya no me acelere el pulso constante.
Cuando el miedo se encarame a mis gestos
me abriré el pecho para recordar:
solo marcho al lugar de donde vengo.