Un verso,
una palabra,
una canción,
una guitarra,
un simple aroma…
a veces roza el corazón
despierto en la madrugada
y abre una herida
callada…
dormida y cicatrizada.
Una mirada,
un guiño cómplice,
un dulce gesto,
una sonrisa,
hasta un beso en la mejilla
de mi alma…
ofician de esparadrapo
para cubrirnos la herida,
es placebo en medicina
para curarnos la vida.
De poeta o de cantor
no tengo nada…
solo escribo penitente
lo que susurra mi mente,
solo soy el mensajero,
pregonero acomplejado,
bufón en cualquier tablado
de mi conciencia y mi voz.
Porque siempre he sido más
de pico y pala,
de murguero en la alborada,
de vino tinto en cascada
y así aclararme la voz
Yo fui de escuela de barrio,
de besos y abrazos diarios,
de la calle aprendo a diario
y en su barro
bebo amor…
Sin mención
ni graduación,
sigo siendo el prisionero
del alma
de un soñador…
Ni estudiante
ni escritor,
en mi jungla de pasión,
no hubo libros
ni editor
Tengo las puertas abiertas,
las venas del alma en llamas,
tengo un mundo que se quiebra,
la libertad encadenada…
soy un pájaro sin alas,
con la poesía enjaulada.
Hay mil versos en las calles
que descarnan y estremecen,
los que recitan a diario
mil sueños acartonados,
los que me ponen a prueba
donde no existen milagros,
los que me cuentan sus penas
con una simple mirada,
porque encuentro en sus pupilas
algo que no tuve yo…
valor de vivir la vida
y convertirla en poesía,
sin esperar galardón
Porque la vida es tan simple,
como amar…
sin distinción