Píldoras poéticas: las parcas de sagasta

el sol ya no es naranja,
lo vi ayer en las puertas de Madrid
y lo cristales que parecen tierra,
el sol ya no se escapa
porque no se deja ver
pero sí se ahoga y nos lleva al resto
tras él.

cada tarde camino las calles
que muchos desearon pisar,
con el Sáhara o no presente,
con la lluvia en los talones o la nieve,
con un virus recurrente
que ya es tan protagonista
que parece de la familia;
la única forma constante
de amor egoísta:
muere contigo y tú con él
si no abandona,
y no lo hace.

cada tarde camino las calles
y siempre son iguales,
pero ayer dos hombres se cruzaron
como un efecto dominó
y un bastón de plata;
uno rozó mi brazo y otro me esquivo
en carretera,
me recordaron a la Muerte
y sus secuaces,
a las parcas de las series ficcionales
cuando se miran y el tiempo
ya no es tiempo,
últimamente estoy rodeada de
apocalípticos.

entraron a la iglesia
como civiles y hombres casados,
como devotos de quién les mata
y les da de comer,
las gabardinas negras les escondieron
en tamaños más pequeños
y parecieron humanos
por primera vez;
vi el altar y las imágenes a los lados,
mujeres que ya son señoras
y su hogar les queda grande
en comparación con los confesionarios,
vi personas rasparse las rodillas
contra la madera y no alzar los ojos
como símbolo de respeto
a un símbolo de porcelana barata
que lo siglos conservaron
como si el escultor fuera escudo de su obra,
como yo
todos los artistas están hechos
de obras incompletas.

las puertas se cerraron
y no escuché la melodía,
llegué tarde a mi futuro
pero creí ver a un cura mudo
y los cuerpos reducirse,
no conté las vidrieras
ni las velas derretidas,
pero los hombres comparaban
la vida en balanzas desproporcionadas
y siempre pesaba más el oro
de todas las grietas
que componen a las personas.

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