Como un refugiado republicano
lleno de oprobio y piojos,
sucio y desangelado
pero con ganas de seguir luchando.
Como un poeta sin versos
asfixiado por la madrugada,
con musas de media hora
pero con su lápiz y su libreta.
Como ese instante
entre el relámpago y el trueno,
sin dioses a los que rezar
para que apacigüen la tormenta.
Como un niño sin balón
en un campo sin porterías,
embarrado y con charcos
pero con sus botas nuevas.
Como un lobo solitario
sin ovejas cerca,
sin apenas colmillos
pero siempre al acecho.