Tengo la ternura desabrida
antropófoga de mis sueños.
Siempre me recuerda las heridas.
Mi piel descubierta a la tormenta
desnudez de penumbra en el silencio,
de inviernos de caricias se lamenta.
Primavera feraz de lamentos
miradas avocadas al vacío
sólo alimentamos el veneno.
No sé, si con tus llamaradas
me destruyes o tal vez me curas.
Rasgan pieles tus palabras.
Ayuno de glorias y de besos
voy escapando hacia lo alto
temiendo tocar más este suelo.
Mejor nos perdonamos los abrazos
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