Pepino el singón

#colaboracionesdelcaiman

PEPINO EL SINGÓN

Autores:
David Contreras (Venezuela)
Poeta Caimán (México)

Pepino era todo un galán; de esos mozos que al fijar su vista al contacto de la de una dama desconocida, se daban a la tarea de conquistarla.

Su imagen, bastante llamativa por decirlo de una forma; con sus botas de gamuza amarillas, que según él combinaban con la gran hebilla de su correa, con tres equis (XXX) alusivas a su oficio de singón, que era bien remunerado por el placer y la aventura; esos pantalones de colores tipo campana y sus camisas de botones playeras; más ese peinado de Bruce Willis bien al ras de su guarola y sus pulseras de cuero que nunca se quitaba y jamás se le caían por más viejas y podridas que estaban. De piel oscura como el carbón y de facciones tan agraciadas como las de un carro por debajo, con una nariz aguileña y unos ojos saltones y manchados que mostraban una mirada desorbitada que resultaba siendo el gancho perfecto para atraer a las presas femeninas como un cazador bastante diestro.

Una vez, se consiguió en la parada del bus con una chica alta, blaca y rellenita que pregunta por una dirección cercana a la donde éste iría. Y antes de que una abuelita y un señor que también esperaban el transporte le indicaran que buseta debía abordar, se adelantó Pepino el Singón y le dijo: Mi querida damita, a donde vas tú, voy yo, vámonos juntos en el camión, yo te llevo y te acompaño para que no te molesten los intentos de galancetes, ya ves como abundan por estos lares. Era simpático ese Pepino, daba confianza a las mujeres, dueño de una sonrisa amable y la voz suave como terciopelo lograba que las féminas se dejarán convencer por tan peculiar esperpento.

Se sentaron juntos dentro del autobús, la dirección que buscaba la dama estaba a unas cuantas cuadras de distancia, pero Pepino siendo ladino, la llevó hasta su casa, le dijo dulcemente al oído, vivo solo y tengo apetito, te invito un bocadillo de jamón y huevos fritos con pan de ajo. La chica aceptó porque moría de hambre, se olvidó de la dirección y con Pepino en mano caminó rumbo a la trampa.

Pepino sirvió la comida, y al terminar de masticar el último bocado, derramó sobre la falda de la mujer jugo de uva. La chica se asombró de tamaño error de su anfitrión y pidió permiso para bañarse. Pepino el Singon le indicó la regadera y ella a bañarse procedió. Al oír el agua caer, Pepino se desnudó y se metió junto con ella, la chica se asustó por un momento, pero al ver tamaño monumento en la entrepierna del Singon, se abalanzó sobre su cuerpo, Pepino dijo, te mentí al darte la dirección para que vinieras conmigo y la muchacha respondió, ya sabía tu artimaña de ladrón, solo quería conocer el Pepino del Singón.