Muerto el tedio
debajo del asiento,
un papel y la tinta
que a gotas se derrama.
Consistente hemorragia
que ha de salvar al poeta,
de morir asfixiado
en medio del derrumbe
de todos los colores
encima de la cama.
Ahora que todo vuelve
y nada se parece
al canto que era canto
cuando todo importaba.
Afuera las paredes
sepultan lo que guardan,
adentro sólo viento
es todo lo que queda,
agrietando las pieles
del encierro perpetuo
que todo lo domina,
que todo lo separa.
Se desploma el futuro
delante de los pasos.
Crujen bajo las torres
despobladas de abrazos,
las ruinas de una tarde
repleta de distancia.
Yo estoy en la ventana
enrejado de versos
desde el piso hasta el alma,
adherido al intento
de escapar de la cama,
buscando una palabra
que saque lo que pueda
desde el fondo del pecho,
viendo pasar el tiempo
delante de las máscaras,
y el precipicio avanza
como una sombra yerta
devorando sonrisas
que han quedado oxidadas.