La tarde nos regala aromas inocentes,
como de niño chico,
tras los gruesos olores del verano.
La luz se ha vuelto tibia, delicada.
El alma se sosiega
y los ojos,
cansados de relumbres,
otean las alturas en busca de aire fresco.
Es el plácido otoño
que llegó de repente.
Llegó ayer, en silencio,
cargado de tristezas amarillas
y ocres melancolías.
Más tarde,
cuando se vuelva viento,
rondará por las noches silbando en las ventanas
de doncellas ardientes.
Y al alba traerá
bandadas de hojas muertas
descendiendo en zig-zag:
de mi alma a la tuya,
de tu alma a la mía.
Otoño reincidente,
matando un año más,
con premeditación y alevosía,
el brillo de oropel de otro verano…
Cuando lleguen tus tediosos domingos
de interminables tardes,
soñaré con sus ojos,
dibujaré sus labios con mi dedo
en el húmedo vaho de la ventana.
Y luego miraré como se elevan en raudos remolinos,
desde el parque desierto,
las hojas de los álamos mezcladas
con sucias servilletas de papel
que el verano olvidó entre los parterres…
Otoño de tristezas amarillas,
de ocres melancolías.
Otoño de sosiegos…
Un poema para leer sentado en un banco de un parque, en el rincón más solitario y tranquilo, viendo caer las hojas de los árboles.
Es todo suavidad y belleza.
Me encanta, Joaquín
Pues me zambulliste en ese otoño por completo…
Qué precioso y plácido poema sobre esta maravillosa estación!
Quiero más como este, amigo…
Me alegra leerte siempre!
Abrazo y que el otoño se porte bien contigo… Abrazo fuerte!!
Que paseo más nostálgico nos regalas con tus versos aromáticos, cromáticos vestidos de otoño, una estación que revuelve los recuerdos, mu bello, poeta!!!