Toca la piel el frío,
el Otoño se despide.
Empaca un par de latidos,
toma unas nostalgias
del jarrón de galletas,
sea abriga y sale
por la puerta de atrás.
Da un último soplo
jugando con los colgantes recuerdos,
bebe sus grises restantes,
toma su gabardina y marcha.
No sabe
cuantas hojas deja marchitas,
ni cuantas almas…
Ni sabrá,
ni le importa…
Atrás quedan:
Su hojarasca caricia
su melodía marchita,
su melancolía ocre,
su enlace profundo.
Deja la vajilla limpia,
la recámara en orden,
impecable la sala de estar,
la flor marchita sobre la mesa
y llano el espíritu.
Sus pasos los acompaña
el tímido canto del ave,
y un disparo de viento
olor a café, canela y leña.
No detiene su andar,
no sabe lo que ató,
ni lo que desató…
Ni sabrá,
ni le importa…
Deja mucho,
se lleva poco
(como cada año),
deja una canción y un par de frases
atascadas a media garganta.
Incertidumbres muchas,
que ya se encargará el Invierno
de resolver
y una botella a medias…
Cogñac melancólico del fino.
Seguramente
alcanzará para brindar
con el Invierno,
mientras charlamos
mirando fotografías,
añejando momentos,
pero de eso,
el Otoño no sabe…
Ni sabrá…
Ni le importa.
Otoñal Adiós
2020
Transmisor d Sinestesias©
Imagen tomada de la Web