Nadie te extraña.
Nadie echa de menos al calor de tu cuerpo
ni piensa en ti,
en esta álgida mañana.
Ya nadie te lee como antes
hoja a hoja
palabra a palabra,
ni busca hallar en tus pechos
refugio para la nostalgia,
o hundir el rostro en tus cabellos
para teñir de luz su mirada.
Nadie grita
te quiero
desde un febrero con lluvia y escarcha,
ni sigue el trillo hacia tu cuerpo
para lavar tu piel,
besar tus entrañas.
Nadie discierne tu silencio
ni desnuda con sus manos tu garganta,
tus bordes de miel y barro
aquellos lunares sobre tu espalda.
No hay caricia que alivien tus miedos
ni calmen la sed de tu alma.
Ya nadie desvela tus sueños
ni se refugia en la añoranza,
ahora quedas inerte
como las piedras del mañana,
entre la maleza del olvido,
las sombras de la esperanza.
Nadie hace suyo el azul de tu cielo,
las estrellas de tu madrugada,
ni camina sobre las espinas del tiempo
para recoger tus lágrimas goteadas.
Nadie te grita desde el pasado
entre las cuerdas de una guitarra,
vuelve hecha nube o polvo,
hecha calle y hojarascas.
Vuelve,
hecha rumor o silencio
que necesito saber que me amas.