A partir de ese momento
llevó consigo un lápiz y un folio,
fuera donde fuese…
al interior de sus entrañas si fuera preciso.
Jamás volvió a salir desnudo,
dejó de tener frío
y encontró
entre la muchedumbre
rincones donde poder esconderse.
Se olvidó del rencor,
de la desidia,
descubrió a Garcilaso,
la magia del verso que nace,
el misterio del poema que germina.
Aunque las papeleras estuvieran atestadas
de páginas heridas,
transitaba seguro
sin dudas, sin tropiezos,
constante y sereno.
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El descubrimiento del verso le cubrió de creatividad y magia, muy bueno, poeta!!!
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Y nunca más tuvo miedo !!!
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Muchas gracias, me encantó el de ¡Ay!, Amigo Sancho.
Nunca más. Muchas gracias, me alegro que te haya gustado.
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