Me ha robado la noche, el aliento.
En el prado congelado y silencioso,
donde acaba mi viaje,
todo es pálido y desolado.
La luna alumbra la blancura del hielo,
y con desgano, éste refleja su fría luz.
El cielo brilla con billares de estrellas,
y todas ellas son inalcanzables.
Hubiese querido dejar este mundo,
para siempre, aventurarme a cualquier otro.
El infierno es un lugar deshonesto,
es un calvario de la indignación.
¡Pues si! este mundo construido,
se cree a sí mismo único y complacido.
Y esta noche helada me ha robado el aliento.
Necesito del dolor para poder escribir,
pero, ¿a quien escribo?
Mi punto mas creativo solo es para mí,
si estoy solo, y hablo conmigo mismo.
Todos son indiferentes, de todo cuanto existe.
Y seria lícito pensar que el sentido de la vida,
es ser sensible a la existencia y a si misma.
Pero, la vida no tiene sentido, u objeto.
Carece ella misma de conciencia,
de su implacable error.
Esta noche pseudo paradisiaca.
Todo está separado, no hay nada conectado,
no hay destino, dios, o tras mundos.
La naturaleza son leyes simples y básicas,
pero la complejidad se basa en el azar.
Aleatorias rocas fundidas en plasma,
girando en rededor de una aleatoria estrella.
Y sobre esa roca descansa toda la vicisitud humana,
todas las trampas burocráticas del sentido y la razón.
¡Ha! Mis lágrimas por este mundo perdido.
¡No le valen ni mil millones de pesares! A este calvario.
Y para cuando arda yo no voy a estar,
que pena, no poder ver su final catastrófico.
Te odio, eres mi enemigo, o quizá me equivoco,
y todo lo que existe es un laberinto.
¡Si! Eso es, debo ser yo el problema.
Mi existencia es el único error.
Esta noche es un fenómeno tedioso.
Pudiese yo llevarle de la mano al amor,
si pudiese, lo haría, con la muerte.
Todos los sentimientos al final,
son iguales, terminan en el mismo sitio.
Todos son para pares, para amigos y vecinos,
todos los sentimientos son para el prójimo.
Y ¿qué hay de mis sentimientos?
Mi odio sin fondo al vacío profundo.
Mi amor a lo implacable, al acantilado,
mi amor al punto álgido del cosmos.
¿Qué hay de mi desolación? Ante la verdad,
de que todo cuanto conozco es ficticio.
Una aberración artificial fundamentada,
en la autosatisfacción, en la autoconservación.
Mi placer al conocer lo que mora en la sombra,
y verlo frente a frente sin temor.
Todos esos sentimientos descansan ahora,
pues ya no siento nada, no concibo nada.
Noche cuya espantosa oscuridad es blanca.
Puedo verlas, fijaciones en un pseudo paraíso.
Las imaginé hace tiempo, para olvidarlas.
La felicidad, la pasión, el placer mundano,
todo sin valor frente a la ansiedad por conseguirlas.
Sin valor frente a su agonía equivalente,
pues cualquier dolor es peor que el mejor placer.
Y la memoria no los retiene, los pierde,
y no quería volverme viejo, no lo hice.
No podía pasar una vida olvidando, y dejando atrás,
el odio es algo que el tiempo borra.
No quería olvidar los motivos de mi odio,
mi ansiedad por matar a todos y todo.
Eso también sería un placer menor,
frente al mayor: el suicidio.
Una noche para las jaurías de lobos.
Hombre y piedra, ese es el resumen de la historia,
la sangre le pertenece y la piedra es su arma.
Todo lo demás son decoraciones,
guirnaldas en un árbol ponsoñoso.
Y la moral cristiana es una cruz colosal,
un bastión para la pedantería y el sedentarismo.
Me quisieron clavar a esa cruz toda mi vida,
y en algún punto lo consiguieron.
La escarcha en el pastizal, que condensa mi llanto.
Solo me quedan burlas y risas,
frente al absurdo de este circo.
Un universo que surge aleatoriamente,
para enfriarse y disiparse hasta la nada.
Jamás había existido, y jamás volverá a existir,
igual que yo, igual que todo, sin sentido.
El sin sentido de todo del cual ni siquiera puedo reír,
porque es un chiste sin sentido, sin remate.
No puedo sentir nada al respecto,
ya he dicho todo, y hecho poco por cambiarlo.
¿Qué puedo cambiar? ¿De qué me puedo arrepentir?
Ya en este punto, en donde mi sangre es agua.
Mi sangre congelada en la hierva,
pensé que dolería, y solo de eso me arrepiento.
De mis suposiciones, de mis esperanzas,
de mis vaticinios y planificaciónes,
solo de eso me arrepiento.
¿Cómo pude? Ser tan ingenuo.
Ahora solo puedo ver, al vacío.
Y en esa oscuridad, apreciar el desprecio de todo,
darles honores a quienes se burlan de mi.
No quiero ser cenizas, no quiero ser polvo.
No quería terminarlo, no quería la negación.
No quería vivir en este pseudo paraíso.