No hay nada más aterrador que la soledad del poeta… Se desvanecen entre harapos de amor prestado; entre besos etílicos —de esos de los que uno compra por un rato— de anís y guaraquita rancia.
Seres proscritos que saborean lo dulce del amor desde lo amargo.
No hay nada más aterrador que la soledad del poeta, cuando las lamias se alimentan de ellos, de los cálidos jugos, dejando allí, sólo una nata fría, al succionar la linfa que se acumula en los pies.
Furias de cabello hirsuto como la pesada brisa en las ventóricas, ese lugar helado, donde se consume en un silencio abismal, la roja brasa del corazón.-
Chane García.
@ChaneGarcia
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