Nada de ternuras

A cuestas con mi caja de Pandora
sin sonrisas asciendo del calvario,
diría yo que lúcido y a diario
por ver de quien el alma se enamora.

Que bien pudiera ser de una señora
que me quiera vender un dromedario,
al que tendría que pagar salario
si acaso a mi servicio se incorpora.

Y por eso me guardo las ternuras
y también las demás acusaciones
que propias son de todo amor fraterno,

pero que muchas veces las fracturas
lo tiñen con estúpidos marrones
y cubren con las llamas del infierno.

3 Me gusta