Nace un día en la montaña,
la luz, en tu mirada;
nace la huella de la mañana,
se cuela por las ventanas
abiertas, desiertas,
mientras en una cama sin dueña
se acumulan las heridas
que causó
aquella última batalla.
Nace el sudor frío,
nace la rabia, crece en mi garganta
rompe el silencio
como un rayo en el corazón del bosque
nace la duda de tu paradero,
grito tu nombre
más el aire no me es sincero,
responde solo el susurro del viento
nada, cero.
Nace un nuevo día,
mueres como un sueño,
una nota en la nevera me vacía
te has ido y has dejado mi alma sin amparo
huérfana, sin dueño.