My only love

Yo te descubrí en alguna nota menor que exhalaba aquel hábil saxofonista. Serían algo así como las 11:30 de la noche, esto lo sé porque el lugar siempre antes de las 12:00 solía estar menos lleno. En la tarima destacaba la luz del reflector sobre aquel saxo, acompañado del teclado, que embriagaban el lugar de un aura espesa y cargada de sentimiento. Y digo que te descubrí en esa nota menor, porque fue en el momento en que vibró todo al ritmo de aquella escala, que tú, como si fueses alguna nota rima también, apareciste en el fondo de mi mirada perdida haciendo ese baile con tus manos, tomando la música que viajaba por el aire y haciéndola parte de tu otro ritmo, convirtiéndola en esa preciosa figura que tú entendías, y que solo un tonto no sabría apreciar.

Supiste de mí cuando te hice llegar un trago de ese cóctel margarita que descubrí a lo lejos tenías en la mesa. Casi medio mundo me vino encima cuando miraste la bebida y la rechazaste. Pero al instante volteaste a ver, y con las mismas manos que hace unos instantes dibujaban música, ahora redentoras de mi fallido presente, me pediste que me acercara.

-Sabrás que hoy día no se debe confiar en el primero que te envíe bebidas de buenas a primeras, ¿no? - Dijo ella con una sonrisa después de haberla saludado de un apretón de manos.

-Lo entiendo perfectamente, pero con algo debía llamar tu atención, ¿Cómo te llamas?

-Me llamo Inés, ¿y tú?

-Soy Alonso, un gusto conocerte Inés. ¿Me aceptarías ya con esto la bebida? - Repliqué con una sonrisa picaresca.

Inés aceptó el trago y comenzamos a hablar con la misma fluidez de la música instrumental de fondo. Si un buen poeta nos hubiese visto, sabría que nuestra conversación encajaba como si la letra de aquella composición instrumental se tratase. Charlamos por algunos minutos, con cada pregunta y respuesta ya íbamos sabiendo muchas cosas el uno del otro.

-¿Bailas? - Le pregunté mientras de fondo la notas se hacían más suaves.

Ella, como debí imaginar, respondió poniéndose de pie y tomando mis manos, para luego en un movimiento sutil colocarlas al rededor de su cintura, mientras sus brazos descansaban sobre mis hombros. Con la atmósfera del lugar y los músicos de cómplices de nuestro movimiento, sentí como si el paso del tiempo se detuviese. El tiempo, las personas en el lugar, el destino, Dios… nada importaba más que ese pequeño balanceo que se hacía entre nosotros.

Mientras avanzaba la canción comencé a recordar cosas. El vestido blanco de flores, su cabello, el olor de su loción. En cada movimiento de nuestro baile todo volvió a ser tan presente para mí, tan vivo. Recordé nuestra vida, la noche en que me encontró en la cama con otra y los días siguientes a nuestra ruptura. Con cada recuerdo, Inés se abrazaba un poco más hacia mí: no pronunciábamos palabra alguna. Desde arriba pude ver una lágrima que bajaba por su mejilla. También vi como preferí las caricias de otras manos a las suyas, como endurecí mi corazón para ceder a los placeres. Ninguno decía nada.

-Nunca quise que fuese de esa manera, Inés. Tú sabes, ¿lo sabes, cierto? - Le dije al odio mientras la tomaba con fuerza.

-Lo sé Alonso, lo sé. Solo no me sueltes esta vez- Replicó ella.

-The shadows fall and spread their mystic charms, In the hush of night while you’re in my arms, I feel your lips, so warm and tender, My one and only love - Le cantaba suavemente la letra de la canción que se escuchaba de fondo, como si mi vida dependiese de ello.

De repente, la música comenzó a hacerse más densa. Las notas altas y bajas del saxo hacía que nuestras figuras se hicieran indelebles. Yo seguía bailando y abrazando su figura. Los tragos hacían efecto y sentí la bruma, el temblor en las piernas. Me sentí caer y cerré los ojos. Vi como ella me sostuvo levemente hasta dejarme de nuevo en la barra de la mesa. La música se detenía y yo, aún con los ojos cerrados, sostenía con fuerza aquel periódico en la mano. El mismo periódico de hace dos meses.

-Alonso, amigo, ya estamos cerrando - Me hablaba por la espalda una voz grave.

-John, solo una vez más, esa canción. Una vez más, por favor. - Le rogué a John que repitiera la canción que tantas veces le había regalado a ella.

-No te hace bien Alonso, por Dios, ya casi amanece. Vamos que te acerco.- Replicó el saxofonista.

Y es que, ya desde hace dos meses, todo venía siendo así. Cada noche me atacaban los mismos pensamientos: Ella no debía estar sola en ese bar, no debió aceptar aquella copa a aquel desconocido, yo no debí ser un cobarde en busca de aventuras de una sola noche. Él debió tratarla con amor, debió darle lo que mis amantes me dieron a mí. Inés. Inés, Inés… Solo regresas en las notas de nuestra canción, y te veo, y vuelvo a ti, y veo como dibujas notas con las manos, como nos volvemos a conocer.

Alonso fue llevado como de costumbre por su amigo John a casa. El periódico que apretaba en las manos quedó arrugado sobre la barra, junto a la margarita, y se podía leer que titulaba:

El asesino de Filadelfia ataca de nuevo: Inés, joven de 27 años, fue esta vez la víctima del monstruo, quien frecuenta bares del sector seduciendo y drogando a sus víctimas para después…


Este pequeño relato está inspirado en la canción “My one and only love” de John Coltrane y Johnny Hartman.

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Muy triste pero magnífico relato, me atrapó de principio a fin y la vuelta que le diste al final fue sorprendente. Muy bueno tu relato. No conozco la canción pero la buscaré.
Abrazos

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Muchas gracias por tu lectura Vari. Un abrazo!