Se han roto los dedos
con los que tocaba una música de luz y viento.
Ya no suenan clarines
ni trompetas…
solo queda un tango rezongón
arrastrado y oscuro.
Una soleá con su melancolía
y un fado con su grito susurrado.
Entre capa y capa de piel
se fueron durmiendo las notas
de los días de música visceral.
Siguen aletargadas
esperando el roce de metrónomo
que acompase su ritmo vital.
Tengo perdida
entre estas paredes de carne y alma
la melodía que me devuelve la vida,
pero aún busco la entrada, y aún más…la salida.
.
.
.
.
.
Bonito: sobre todo la segunda estrofa, donde los tangos se arrastran rezongando negritud en melancólicas soleás , mientras que un fado susurra sus gritos portuguesados entre capa y capa de piel. — Aplausos