Desde la torre más alta lanzarás tu trenza interminable y subiré por ella para entrar en tu vida.
O tal vez prefieres cambiar tu voz por dos piernas que nos acerquen al instante donde me enamoras con tu mirada.
Puedes incluso decidir dormir a la espera de un beso verdadero, el que derrote la maldición de un mundo sin poesía
o pretender convertir la ira de la soledad en el deshielo de tu alma a mi lado.
Quizás fuese novedoso visitarme en traje de cisne y susurrarme la canción de tu libertad
o simular la pérdida de tu zapato a medianoche para comprobar si te reconozco por los pies y sin mirar tus ojos.
Intuyo que sabrás diferenciar el sabor de mis labios, aunque con maneras introvertidas se escondan en el rostro de un sapo o se vistan con la apariencia de una bestia que protege a su flor.
No me importará entonces que hayas mordido la fruta del desaliento y te ocultes en una urna alejada de todos.
Te iré a buscar y no existirán dragones, ogros ni brujas que me detengan. A fin de cuentas, eres solo una princesa y estás hecha para mí.
Para Marta.