Monólogo para un regreso

Barrio pobre de mis sueños
infantiles, hoy retorno;
la nostalgia es un adorno
que hace a los sitios pequeños.
Nosotros que fuimos dueños
de tus trinos y veredas,
que inventamos arboledas
donde proteger la infancia,
añoramos la fragancia
de aquellos días. Te quedas

en nuestros ojos perplejos,
con un arroyo sin agua
donde muere una tatagua:
la última. Danos consejos
para seguir. Somos viejos
amigos y en la memoria
arde en un rincón la noria
de tus dulces murmuríos,
pero han cambiado los ríos
su rumbo, se vanagloria

el tiempo, nos amenaza,
nos tiende su red de miedo.
Estoy triste pues no puedo
andar en tu luz escasa.
Nada quedó de la casa,
de los sueños del ayer,
del patio al anochecer;
sólo un rostro y el quebranto
de una avalancha de llanto
que no me permite ver.

No canta el gallo, no canta
a la sombra del anón
y la voz del acordeón
se destroza en mi garganta.
El padre no se levanta
con la azada sobre el hombro.
Amanece y el asombro
de mis ojos hace presa;
dónde poner la cabeza
si la infancia es un escombro.

Mi buen caballo de palo
escapó en una crecida,
se fue quemando mi vida
lentamente. Ya no escalo
montañas, ni soy el malo,
el vaquero, el zorro, quién
me iba a decir que también
la niñez con su alegría
en un futuro sería
tristeza, olvido, desdén.

Ya no crecen los ciruelos,
el tamarindo murió,
la Virgen no me ayudó
a salvar a los abuelos.
El tío no siente celos
de la parcela vecina.
Ya no tiende la gallina
un anuncio en el mayal,
ni escapa raudo el zorzal,
ni el pobre sinsonte trina.

Pero regresé, no puedo
sobrevivir con tu ausencia,
no para pedir clemencia,
no para rezar un credo.
Es mejor no tener miedo
cuando el tiempo nos hechiza.
Somos un soplo de brisa
que expira al anochecer,
una sombra del ayer
bajo una cruz de ceniza.

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Hermosas letras cargadas de una melancolía amarga…adónde quedó todo?
Magníficos versos que llegan al fondo, compañero.

Un saludo, Agustín.

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Gracias, amiga querida, un abrazo.

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