Mítica belleza,
hay una lejanía que te puebla
en la recóndita finura
de un nombre prohibido
un secreto
que hundiéndose de a poco
en la distancia parece morir languideciendo
circunstancia que rebeldemente se retuerce
asándose en la inerte devoradora llama
Minúscula dorada arena,
desgranándose…
impávidamente infinita
en las lágrimas de una interminable duna,
llorando irreparable
la pérdida del cristal que le contuvo,
eterna medida de lo invisible
calculando de continuo las longitudes de su tiempo
y aquel que le cobijó
en la fina arista
de una sonrisa perpetuamente imposible…
Hoy te ha invocado mi horizonte
desde el exilio de tu ausencia,
conjurando confundido
la quebrada órbita que ya no habitas,
un espacio interminable
revuelto en el enigma de tus dedos…
ese azar agonizante
repleto de innumerables otros espacios
extendiendo agriamente
al hueco foso del delirio
las elásticas alas de su desventura
Tradúcele…
¡si!
tradúcele a las yemas de mis palmas
el roto y embriagante acertijo de tu idioma,
ese código invisible
escrito al andar de tu malicia
Milimétricamente hecho
según la secreta lengua de lo antiguo,
Una fragancia embriagadora
afrutada eternamente en el silencio
llena de añejados aromas
que tiernamente moldeó
el lagar de las caricias.
Nacarada cima de belleza
¿Revolverá siempre el sol en ti,
la incandescente luz de sus flamígeros pétalos?
¿Calcinarás tu instante de esplendor,
haciendo rugir fabulosa
el terciopelo etéreo de tu cabellera?
Mírame…
¡Mírame ahora,
en la menguante luna de tu desafío!
déjame surcar la senda celeste
que en la sola noche de un instante
fecundaste de innumerables estrellas
Si…déjame ir a ti,
lejanísima e inmortal belleza
coronada con placas doradas
de legendaria orfebrería,
tómame en tu alada carroza
toda relampagueante de indestructibles joyas…
Hazme fértil tierra
del pacto de tu semilla
y desnuda en mí
el encantamiento de tu mundo,
para siempre…
mítica y lejana belleza.