Me gusta la ciudad

Me gusta la ciudad serena y triste
a esas horas que todos han huido
hacia el íntimo refugio de las cosas.
Cuando en el aire flotan, todavía, los ecos
de escandalosas fiestas y muchedumbres locas.
Entonces que la ciudad tiene conmigo
un gusto de cómplice y resaca
y late como mi corazón, solitario y tan frío,
desnudo con la noche,
furtivo como una rata.
Cansado y ronco como el ladrido
de un perro viejo que la lluvia calara.

Me gusta la ciudad a esas horas duras
que no la vive nadie, sólo las sombras
de seres que parecen venidos de otro mundo
a recoger las bolsas de basura,
mientras el aire se espesa y son
inútiles las señales de tráfico y las aceras.

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