Matar al lobo

Un día abres los ojos
(los de siempre)
y miras en torno a ti
y no hay nada que no hayas visto antes.

No porque no puedas
(o porque no quieras)
tal vez porque
el mundo está hecho
de cosas que se parecen
unas a otras
y a fuerza de mirar
(es sólo cuestión de tiempo)
ya sólo distingues las huellas
de un camino pisoteado…
Pero sigues caminando.

Un día abres los ojos
y da igual
mirar las nubes o el barro en tus zapatos
quisieras poder decir
que está todo bien
y solo estás
esperando a que ocurra algo,
cualquier cosa.

Un día
abres los ojos
y en el camino hay un lobo
(el de siempre)
y te gustaría
rebanarle la cabeza miserable
y sin embargo
lo acaricias con ternura
mientras el alma te escuece
y le dices
“tu y yo somos iguales”
pero cuando emprendes la marcha
estás completamente solo
y aceptas con desdén
lo absurdo de vivir
comprendiéndolo todo
sin entender nada.

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