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Bésame la inútil atención;
hay días en que la hoja pesa más que el verano;
bésame y despídete.
Árdeme, aliméntame desnudo.
Hoy es el largo hueso roto
y la caricia de un vegetal oceánico;
dentro muy dentro se colman los pétalos.
El largo sentir humano y la boca
salen gozosas de mi carne viva.
Aquí estás
entre un día y otro,
avanzando hacia el extenso metal de la despedida.
Animales de oro,
noches espesas, risas congeladas
vengan a mí
cubran mi mesa y mi espanto,
tengo un encantamiento flexible,
desde todas las horas hay un polvo oliente
y una playa se encuentra sola
con el marinero.
No toqué tu material hervido
ni la música que nacía en el nido de la luz,
estás lúgubre, lo sé.
Me voy al oeste a jugar,
al fin y al cabo soy un suyu: guardián de las
cosas perdidas.
Así, marfil negro
equívoco lunar, príncipe de la copihues
húndete debajo;
haz de este momento un luto del país eterno.
Quema a la doncella
salva al monstruo del martirio
y enciende el aceite de la ortiga y la oliva.
Ábrete ese corazón
para que alguien pueda dormir en él.
Abre tu mano de hombre
para que jueguen con ellas, tus manos
dos orquídeas poderosas:
diástole y
epístola.
Rastros y rezos de un solo espejo.
Marfil negro.
Amaste el desastre.
Anda y juega descalzo en plié.
Triza el verano
y azota la ventana con tus flores del primer piso.
Nadie va a hablar de tu belleza
como yo.
Voy a hundir tus ojos en el mar.
No exijo nada.
Este jueves somos dos desconocidos sin rostro.