Manuela habla con el espejo.
Su mirada está clavada en el infinito.
Mueve los labios y… mientras, abre el grifo,
pasa una primavera de flores por mi cabeza,
creyendo que ella, al fin, me pertenece.
Manuela se pierde sin quererlo
en un largo silencio de lavabo azul;
yo duermo un poco
en ese lago de sueños, de nubecillas rojas,
en medio de su pelo amado.