Madre

Me mira con ternura desde el día en que nací, aun cuando el coraje enrojecía sus mejillas sus ojos marrones delataban su inmenso amor por mí.

Pareciera hoy como si sus parpados cansados cargaran las historias de las madrugadas perdidas y de los desvelos que le hice pasar.

Su pelo se mueve fácil con viento mientras comienzan a asomarse linos blancos que coronan la sabiduria que ha ganado con los años.

Sus rodillas gritan silenciosamente el dolor que les conlleva cada paso firme. Su cuerpo se balancea hacia cada lado como el péndulo de un viejo reloj. Sus manos tiemblan y sus dedos ya no tienen agarre. Su ceño se frunce con cada mal paso.

Es como si batallara con quien es y quien solia ser. No es raro sorprenderla escondida por la casa con lágrimas en sus ojos pero finjo creerle al decir que solo fue un mal viento o el cortar accidentado de la cebolla. Como una guerra interior entre sus sueños y la enfermedad. Su fuerza física se desvanece pero su fortaleza espiritual ruge como león furioso.

Su mente se agota cada día pero su corazón tiene la resistencia 1000 ciudades amuralladas.

Y es así, observándola, en este miedo profundo de perderla, que puedo ver de cerca lo afortunada que soy.

3 Me gusta