Madre
Cuando ella hablaba de Tagore
los ojos volaban mucho más allá de los platos
por lavar.
Había en ella una belleza sin fisonomía,
como una caricia en todo:
su letra redondilla perfecta
que dibujaba en las carátulas
de mi cuaderno de alumna ejemplar
También sabía alegrarnos
con mesas repletas de ravioles
en la simpleza de su salsa
Creo que heredé de ella el amor a la poesía, a la India liberada,
al erotismo inconfeso
Heredé su sonrisa
No vio lo mejor de mí
No entendió la extensión de mi tristeza en su agonía
ni la calidez que me regaló
sentada junto a mí
en los infiernos febriles de la infancia
A pesar de nuestros abismos
había un mensaje en una botella que me susurró
y yo lo recibí.
Crucé ríos y mares,
escalé
desde el Himalaya al Mar Muerto
Me herí
Me hirieron
Y ella, en el centro de mi pecho,
como un medallón que nadie
jamás
logró arrancar