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Vaya poesía que me salpica los ojos
de tórridos romances
o de eternos eneros: burlas insinuaciones de Dios.
Escriben, los poetas, con su carne machacada
pero palabras ya muy gastadas:
amor y puente
brisa y el perfume del mar
la melancolía absurda
de las cosas y casas viejas.
Te digo poeta: inventa el reloj
acusa a la isla de someter tus paisajes; inventa el invento.
No escribas de la TRAVESÍA
de la copa para tocar levemente tus labios:
no hagas el brindis tonto de la tarde.
Querida Pizarnik, ¡Cuánto te hemos fallado!
Escribimos de las cosas absurdas esperando respuesta,
no nos pulveriza el poema,
ni la palabra. Hay poetas que ni el significado de pulverizar
conocen.
En vano la basta historia de agonías
de luces y de sombras; juegos maternales.
Puetas, mueran despacio
la literatura ya se ha escrito, ¿Qué tienes tú
de interesante frente al mundo?
La rosa es la rosa
pero la rosa en la mirada fría de mi madre que ha muerto
esperando con ansías la tarde o
la orilla o el atardecer.
La orilla es la orilla, pero la orilla tentativa de un asesinato
a manos de hombre que cultiva rosas;
el atardecer es atardecer,
pero el atardecer donde el árbol inunda con su perfume
el centro del bosque esperando ver a mi madre viva.
Puetas, inventen el deseo. La caricia ya existe.
Y si más alaban este poema
es que por suerte no han de quedar en el olvido.
la palabra “puetas” es una alteración voluntaria del lenguaje mío, para denotar lo absurdo de la poesía actual y de sus protagonistas.